Pollitos, gallinas, gallinas, pollitos... Parece que últimamente los tengo presentes en mi vida de continuo. El otro día os conté que en mi cocina había muchas gallinitas, de diferentes formas, materiales y diseños. Por otro lado, estoy volviendo a ver, en pequeños ratitos mientras ceno, los capítulos de mi serie favorita (Friends) y ayer, en un capítulo de la tercera temporada, Chaendler y Joey se compran un pequeño y suave pollito. Eso me hizo recordar algo tierno, pero a la vez muy cruel, pero que como era una niña no podía darme cuenta: ¿no tuvisteis uno de esos pollitos de colores que vendían en los mercadillos?. A mí me compraron uno rosa, y recuerdo que mi padre le montó una especie de nidito con luz roja para darle calor, pero el pobrecillo no duró mucho, la verdad, entre la falta de cuidados por parte de su mamá y los tintes que habrían penetrado en su piel, pues es bastante comprensible que tuviera los días contados. Más o menos era como éste:
Y en fin, que ya que estaba con tanto animal a mi alrededor, quería mostraros una bolsita y una pequeña postal de 7,5*7,5, dedicada a ellos.
(Lo siento, pollito rosa, espero que me perdones allá donde estés...).
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